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lunes, 27 de marzo de 2017

El davul.

Durante la semana del 20 al 25 de marzo toqué con la OSPA un programa magnífico que incluía "El Mandarín Maravilloso", de Bartok. Esta obra incluye una parte de bombo peculiar, en la que se indica que la mano derecha debe tocar las notas con las plicas hacia arriba y la izquierda las que la tienen hacia abajo. Además, se especifica que la mano izquierda debe tocar con una "varilla flexible" (en la edición original).  


© David Valdés


Por la partitura, las indicaciones, el tipo de música, el contexto, el conocimiento que Bartok tenía de la música popular (sus viajes recopilatorios por Turquía, Balcanes y Europa Central) y las explicaciones dadas por el director Rossen Milanov (búlgaro y, por tanto, conocedor de esta música), enseguida caí en la cuenta de que esta parte de bombo estaba clarísimamente influída por el davul. 

Con el consentimiento de mi principal (Rafa Casanova) y de la persona encargada de tocar la parte de bombo (yo estaba a cargo del xilo, el triángulo y el tam-tam), probamos con mi davul. El resultado satisfizo a todos y, además de resultar muy adecuado tímbricamente, el aspecto visual y escénico quedó muy reforzado.


© David Valdés


Como se puede observar, se tocó al modo tradicional (colgándolo de los hombros) y usando las baquetas populares: una varilla muy fina y flexible en una mano y una suerte de "cucharón" de madera en la otra. En la siguiente foto podemos verlas en detalle.


© David Valdés


¿Qué es un davul? Ya hablamos de él en la entrada "Arqueología percusiva", pero hoy vamos a ser un poco más específicos y ahondar en él, su historia, técnica y uso.

El davul es un instrumento de origen turco, íntimamente asociado a los jenízaros, cuerpo de elite del sultán. Estos se hacían acompañar de bandas de música llamadas mehterân (un mehter es uno de los músicos que forman el mehterân), siendo el davul uno de los instrumentos que tocaban en estas bandas.




El davul es un tambor de madera de tamaño variable (entre las 18 y 36 pulgadas de diámetro y unas 10 de profundidad), con dos parches, y que se sujeta de manera que ambos sean practicables. En la mano derecha se sujeta una baqueta con forma de porra o cuchara que toca los graves, y en la izquierda una fina varilla que toca los adornos. La  mano derecha sujeta la maza en la forma normal, tal y como sujetaríamos cualquier otra baqueta de bombo (por ejemplo), pero la izquierda se sujeta de manera que se puedan usar los dedos y así tocar complicadísimas figuraciones. También se usa lo que siglos más tarde se conocerá como "one handed roll" o "freehand technique" (popularizado, entre otros, por Johnny Rabb), aprovechando el choque contra el aro para producir más de un golpe con un solo movimiento. El uso de esta varilla evolucionó hasta el actual "rute".


© mehter.com.tr


©Wikipedia


©Wikipedia


Debido a la expasión del Imperio Otomano, el instrumento (junto con sus compañeros de mehterân) se expandió por los territorios conquistados, y es tremendamente popular en la Península Balcánica, donde recibe nombres como tapan, (así lo nombró nuestro director), tupan, daul, toba, tof, daouli, tupana, lodra, doli, dwola...  

Es seguro que Bartok lo conoció en sus muchos viajes etnomusicológicos y se inspiró en él para escribir la parte de bombo de "El Mandarín Maravilloso". 

Obviamente, Europa conoció este instrumento a través de sus enfrentamientos con los turcos (que llegaron a asediar Viena). Nosotros lo adoptamos (véase la "Sinfonía Militar" de Haydn, "El Rapto en el Serrallo" de Mozart, la Novena de Beethoven...), y a partir de él llegamos a tener nuestro actual bombo. En esta foto se pueden ver juntos a dos parientes muy cercanos: el davul (tatarabuelo) y el bombo (tataranieto).


© David Valdés


¿Cómo suena este instrumento? Aquí tenéis unos vídeos.








Aquí lo vemos en su contexto original, en una mehterân:




Como se puede observar, el camino recorrido por el davul empieza en la música militar, sigue en la música popular y acaba en la música culta. Una inflluencia mutua, trasvase entre diferentes manifestaciones humanas. 

La sección de percusión y el director quedaron encantados con el instrumento. Ni qué decir tiene que también lo podemos usar en toda música de influencia jenízara (ya mencionamos ejemplos más arriba) o folklórica. La curiosidad, la imaginación, el conocimiento y el respeto a la tradición deberían ser nuestras guías a la hora de seleccionar instrumentos para tocar las obras en programa.

¿Le daréis una oportunidad al davul?


…et in Arcadia ego.
© David Valdés

viernes, 10 de marzo de 2017

Grabación en estudio: preparación y mil cosas más.

Los días 17, 18 y 19 de febrero estuve en Colmenar Viejo para participar en un proyecto muy interesante: la grabación, con "Forma Antiqva", de la música para "Poem of a Cell". Toda la producción corrió a cargo de "Winter&Winter", y las sesiones se llevaron a cabo en "Estudio Uno"

Me enviaron las partituras con un par de semanas de antelación (cosa de agradecer, pues a veces no queda más remedio que leer a vista). Así, supe que tendría que tocar timbales barrocos, glockenspiel, triángulo, wind gong y gongs varios. Todo, salvo el wind gong, estaba en mi arsenal, así que me puse en contacto con Thomann y, al día siguiente, un precioso Wu Han de 24" se unía a la familia.


© David Valdés


Antes de ponerme en marcha siempre reviso los instrumentos que voy a usar en la grabación para que no me dejen tirado: parches, ruidos, mecanismos... Los instrumentos son mi herramienta de trabajo, así que debo prestarles atención para que entren al estudio en perfectas condiciones. También es interesante llevar varios del mismo tipo para tener opciones (glockenspiel y timbales barrocos solo tengo unos, pero de triángulos y gongs estoy bien surtido, así que conmigo se vinieron...). Del mismo modo, a un estudio se debe entrar con variedad de mazas y baquetas para dar siempre con el color adecuado.

Lo bueno de tener las partituras es que puedo echarles un vistazo con antelación, y lo malo de ser música nueva es que no hay referencias discográficas que poder escuchar. Así, no sé con quién toco, cómo frasear, lo relativo o absoluto de las dinámicas, articulación, si doblo partes, si es solo... Hay que hacer, obligatoriamente, un trabajo previo para que, una vez griten "rolling!", todo esté perfecto y funcione a la primera: no es de recibo que se repita o se pierda tiempo por mi culpa.

Así, lo primero que hay que hacer es preparar las partes... Hay un trabajo que, a veces, el compositor o transcriptor no hace: poner números a todos los compases (si hay muchos de espera y el director dice "vamos al compás tal", no puedo hacer perder el tiempo a los demás contándolos o sumando porque no estén escritos: con ellos numerados voy a tiro fijo y no pierdo ni un segundo). En la siguiente foto se ve cómo numeré los compases en cada grupo de ellos de silencio. También, con color verde, marqué un cambio de compás algo oculto para que no pasara desapercibido.


© David Valdés


También numero los compases de espera en los que hay referencias de otros instrumentos para tener la información por duplicado y minimizar la posibilidad de fallos. Lo podéis ver en el penúltimo pentagrama de la foto anterior y en la siguiente.


© David Valdés
 

A continuación tenemos un ejemplo de escritura con programa informático que dificulta la lectura. Yo prefiero escribirlo bien antes de entrar al estudio para que no haya problemas... Tanto silencio, tanta nota suelta, complica el asunto: se puede escribir exactamente lo mismo y que resulte más fácil de leer. Así se elimina la posibilidad de error, luego de perder el tiempo con otra toma si no hice el trabajo de preparación previo.


© David Valdés


Aquí tenemos otro ejemplo. Además, le añado un ojo (marca de la casa :-D ) para recordarme que debo seguir tocando en el cambio de pentagrama.


© David Valdés


También señalo las partes fuertes pues, en este caso, la grafía tan similar hace que pueda llegar a confundir el grupo de tres corcheas con el tresillo de la línea anterior. Estimados editores: los compases al principio del pentagrama no muerden, podéis ponerlos con total tranquilidad ;-) .


© David Valdés


También marco algo que es claramente un error para, cuando llegue al estudio, hablarlo con el director y decidir qué hacer con ello.


© David Valdés


Cuando ya tengo todas las partituras marcadas de manera que no puedo cometer ningún error, el paso siguiente en la preparación previa es obvio: estudiar, estudiar y estudiar. En este caso, la parte de glockenspiel necesitaba dedicación: aunque no especialmente complicada, sí requería algunos mimos.


© David Valdés


Con las partituras e instrumentos listos, pongo rumbo a Colmenar...


© David Valdés


Una vez comienzan las sesiones, el trabajo es rapidísimo: se hacen (como mucho) dos lecturas, ¡y a grabar! Por eso, en los pases previos hay que estar con el radar puesto y apuntarlo TODO para que no se quede nada en el aire (lápiz y goma son grandes aliados). Así, voy escribiendo referencias de otros instrumentos para asegurar una música que desconozco y oigo por primera vez. De esta manera no hay error posible y no se repetirá una toma porque yo me haya perdido. En esta foto podéis ver escritas las referencias de las entradas del resto de instrumentos.


© David Valdés


También es el momento de anotar ritardandi, comas, posibles errores en la partitura (se corrigió un 5/4 que debería ser un 4/4 -ved la foto anterior-), elegir baquetas/mazas y escuchar al resto de compañeros para que el fraseo, articulación, dinámicas, afinación..., sea todo coherente.



© David Valdés


Respecto a las mazas/baquetas, es una pena que no haya hecho fotos, pero cuando se va a una grabación es imperativo llevar un buen arsenal para tener muchos colores y poder satisfacer a director y productor. Independientemente de los miles de baquetas que lleves, el productor siempre te va a pedir probarlas todas... Empiezo con unas, no le gustan, voy probando y cambiando hasta cerrar el círculo y usar otra vez las primeras (él no lo sabe ;-)  ) y... "¡esas son perfectas!". Lo sabía... :-D . Llevad muchas baquetas a las grabaciones y tened mucho tacto y mano izquierda para lidiar con estas situaciones (y recordad siempre que, donde hay patrón, no manda marinero).


© David Valdés


En las lecturas también hay que tener los oídos bien abiertos y tocar junto con el resto de los músicos un todo coherente. Así, una de las partes de timbales era muy fácil, con solo unas redondas.


© David Valdés


El productor nos explicó que esas notas representaban algo amemazante surgiendo del inframundo (ya tenemos el carácter, luego dinámica, baquetas...) y en la lectura descubro que las toco junto con el contrabajo... Ahora ya sé que la afinación tiene que ser perfecta (debe serlo en todos los casos, pero en este tocamos la misma nota, así que no queda otra...). También, aún teniendo ambos exactamente lo mismo en la partitura, él articulaba separando cada blanca y yo las tocaba legato (esa es la grandeza de la interpretación), así que hablo con él y decidimos tocarlas separadas (distinta articulación para lo mismo queda mal...). En la primera lectura había esa discrepancia, pero en la siguiente y grabación ya está todo resuelto. En esta foto me podéis ver departiendo con el contrabajista y el chelista para unificar criterios.


© Forma Antiqva/Jaime Massieu


En esta otra, el chelista y yo arreglamos un pasaje rítmico para que mi caída con el gong sea donde debe ser.


© Forma Antiqva/Jaime Massieu
  

La comunicación con el resto de músicos es fundamental, y ha de producirse con el máximo respeto, debiendo estar yo siempre dispuesto a modificar mi manera de tocar por el bien del conjunto. No valen para nada los egos y las cabezonerías: si hay algo que se aprecia en un músico (aún más en el estudio) es la flexibilidad.

Más casos en los que hay que reaccionar rápidamente a lo que te piden... Mi parte de glockenspiel dice "sempre piano" (hay una foto más arriba donde se ve), pero el director quiere que haga unas inflexiones que sí hacen el resto de músicos. Las apunto y las toco:


© David Valdés


Cuando el productor las oye, prefiere mantenerlo todo plano, pues aduce una composición por capas, estratificada... No solo lo quiere piano: lo quiere pianissimo. Así, en un momento, he tocado lo mismo de tres maneras diferentes. La flexibilidad es la clave en este tipo de trabajo: hay que ser capaz de tocar INMEDIATAMENTE algo que a lo mejor no está en la partitura, modificar dinámicas, articulación, fraseo...,  o añadir cosas a última hora que no estaban escritas ("David, entra en la pecera e improvisa una pavana a lo Monteverdi, que en este número va a quedar muy bien". Del susto escupo el café que estaba tomando y, en frío, sin comerlo ni beberlo, la luz roja está encendida y debo tocar algo que funcione musicalmente y no hacer perder el tiempo repitiendo tomas: tiene que salir, por muy complicado que sea, a la primera). Hay que tocar lo que te pidan YA.


© Forma Antiqva/Jaime Massieu

La grabación empieza: tengo que evitar todo lo que pueda hacer ruido (sillas chirriantes, baquetas que ruedan y se caen, pasos de página, partituras que se deslizan, instrumentos que resuenan ...). Para estas cosas siempre llevo conmigo toallas negras (por aquello de las discreción, y porque también las puedo usar en el escenario en concierto) que me sirven para apagar instrumentos, apoyar baquetas...  Silencio absoluto antes y después de tocar, no hablar nada a no ser que me pregunten... Si me equivoco, debo decirlo para que el error no se quede en la toma definitiva. Hay que tener mucha paciencia y concentración para las repeticiones... El móvil debe estar apagado: mi preocupación es lo que estoy tocando en ese momento, no lo que suceda en el teléfono. Debe estar apagado no solo por una cuestión de atención y respeto: puede interferir (de hecho lo hace) con los aparatos electrónicos del estudio. Concentración.

Si hay que afinar (inevitable con los parches de piel), debo hacerlo piano, y respetando cuando el resto de instrumentos lo hagan (facilita las cosas, no se hace ruido, no se molesta, se evitan tensiones, se mantiene el buen ambiente...). Yo aprovecho todos los cortes entre tomas para repasar y asegurarme de que, cuando llegue mi entrada, la afinación no será un problema: diapasón a mano, baqueta blanda, muy piano, no molestar y afinación clavada. Así todos estaremos contentos.

Si se ha hecho el trabajo previo, la grabación discurrirá como la seda.


© David Valdés


Si no tengo que tocar, lo mejor es salir de la cabina para no molestar ni hacer ruidos innecesarios. Nunca me voy muy lejos y me mantengo localizable: pudiera ser que me necesitaran para un cambio de última hora. Mi lugar favorito cuando no estoy tocando es la sala de control, pues puedo seguir el proceso, estoy muy cerca si tengo que entrar a tocar algo y me gusta todo lo que tiene que ver con la tecnología (en el control es de aplicación lo ya visto, pues hay gente trabajando: nada de ruidos, no molestar...).


© David Valdés


Todos los técnicos del estudio están desempeñando su labor: debemos facilitársela. Hay que pedir las cosas por favor, ser amable (de forma sincera), ayudarlos si está en nuestra mano, ofrecer soluciones y no problemas, saber cuándo es buen momento para pedir algo y cuándo no... Si después de montar y/o recoger mi material ellos todavía están ocupados, ¿por qué no echarles una mano? Si, además de buen músico, soy una persona con la que es fácil trabajar, las posibilidades de que me vuelvan a llamar se multiplicarán exponencialmente.

Para otro momento queda todo lo relacionado con lo micros, técnicas, previos y demás cacharretes que se usaron y que a mí me gustan sobremanera.

Quiero agradecer a Forma Antiqva y a Jamie Massieu (fotógrafo) por algunas de las magníficas fotos que complementan esta entrada del blog.

…et in Arcadia ego.
© David Valdés