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miércoles, 1 de junio de 2016

"1º Encuentro para el Estudio de los Rudimentos".

Tengo el gusto de informaros de que los próximos días 2 y 3 de julio tendrá lugar el "1º Encuentro para el Estudio de los Rudimentos".


Cartel de Encuentro


Después de un tiempo "enclaustrado" tocando mucho, analizando rudimentos de otras tradiciones, estudiando historia, investigando, puliendo mi propia técnica y aprendiendo, me apetecía poner orden en todo lo conseguido y, por qué no, enseñárselo a los demás.

 
Primeros 13 rudimentos de la N.A.R.D.
Siguientes 13 rudimentos de la N.A.R.D.


























El Encuentro tendrá lugar en Gijón los próximos 2 y 3 de julio en horario intensivo de 10:00 a 14:00 y de 16:00 a 20:00. Después de una breve introducción histórica trabajaremos todos los aspectos necesarios para llegar a ser conscientes de cada una de las variables que conforman una buena técnica de caja. Así, hablaremos de la pinza, el "three point fulchrum", el "balance point", la técnica Moeller y sus distintos tipos de golpe ("down", "full y "up"), el rebote y su control.

Con todos estos aspectos claros, analizaremos en profundidad cada uno de los 40 rudimentos y aprenderemos a tocarlos de forma relajada, eficaz, con control, velocidad (¡mucha velocidad!), independencia, musicalidad y coordinación. Afrontaremos los rudimentos de una manera novedosa, organizándolos según el número de golpes que contienen (en lugar de usar la manera tradicional, agrupados en "familias": aunque no lo parezca, el "Double Stroke Roll" y el "Swiss Army Triplet" están íntimamente relacionados, igual que, por ejemplo, el "Paradiddle" y el "Flam Accent". Aún así, la nomenclatura tradicional los separa en grupos totalmente diferentes). También trabajaremos separando manos (igual que los pianistas), desarrollaremos la independencia y la simultaneidad (sin la cual no hay igualdad). Cuando acabe el curso, tendréis tantos recursos que vuestra técnica despegará de un modo que nunca creisteis posible.

Está pensado para todos los niveles y estilos, precios populares, facilidades para los desempleados... Tenéis toda la información en este ENLACE

Os animo a compartir, preguntar cualquier duda que tengáis y asistir.


…et in Arcadia ego.
© David Valdés

martes, 12 de abril de 2016

Apagando el bombo con estilo.

Hay combinaciones de instrumentos/parches que, como dirían los ingleses, son "tried and true"; esto es, de eficacia probada. La combinación de unos Ludwig Professionals en medidas "oversized" (32", 32", 29" y 26") con parches REMO es todo un clásico; la combinación Supraphonic con un Emperor también lo es, Hardtke con Super Kalfo...

Cuanto más toco el bombo, más cuenta me doy de que estos instrumentos no funcionan con parches de plástico: producen armónicos muy feos, acumulan una resonancia excesiva, suena demasiado el material, el timbre es siempre mejorable... Los parches de piel hacen que el instrumento suene prácticamente solo pero, a cambio, presentan sus propios problemas (cambios de humedad, temperatura...). Prefiero bregar con estos inconvenientes a cambio de un sonido que considero infinitamente mejor. Entonces, para mí, la combinación de probada eficacia cuando nos referimos al bombo es aquella que implica parches de piel.

Cuando no queda otro remedio que usar parches de plástico, lo habitual es tener que apagarlos usando un trozo de tela sujeto al aro con una pinza. Jugando con la cantidad de material que reposa sobre el parche podemos controlar a voluntad el apagado y los armónicos.


© David Valdés


En esta foto podemos ver una toalla (las que yo uso son compradas en IKEA, muy baratas y de color negro, que no llaman la atención en el escenario) sujeta tal y como describí en el párrafo anterior (no tengáis en cuenta la longitud, pues es un "posado": no toqué con ella, está puesta solo para la foto). 

La última vez que usé este truco se presentó un problema: al tocar el bombo, el extremo libre de la toalla se comportaba como un bordón, moviéndose arriba y abajo, golpeando el parche y produciendo un zumbido tremendamente molesto. Probablemente el público no lo oyera, pero a mí me volvía loco...

Tratando de solucionar el problema, de tener el instrumento controlado y de obtener el mejor sonido posible, me acordé de una solución que se usaba en las baterías antiguas (hoy en día está casi en desuso, aunque se puede ver en instrumentos de estética "vintage" -demonios con la palabreja... ¡qué de moda se ha puesto!-). Consiste en un círculo de fieltro pegado a una placa redonda sujeta a un par de brazos practicables y que se fija al aro. Con una serie de palometas podemos controlar la presión que ejerce sobre el parche y su colocación. Es un artilugio que se solía ver en los bombos, pues el resto de tambores lo llevaban (llevan) en su interior.


© late8


Yo tengo uno desde hace unos meses. Mi intención no era usarlo necesariamente en una batería, pero sabía que, tarde o temprano, el cacharro me sacaría de algún apuro que no tendría nada que ver con este instrumento. Es este, y no tiene ninguna marca o inscripción, pero por lo que he podido ver en internet, parece Ludwig. Mide 15cm. de diámetro, y su brazo 25cm. de largo. Como todo, uno "vintage" (ya estamos otra vez...) puede ser relativamente caro, pero los hay modernos muy baratos (STAGG).


© David Valdés


© David Valdés


© David Valdés


© David Valdés


© David Valdés


Aquí está colocado sobre el bombo, preparado para trabajar.


© David Valdés


El apagador se mueve con el parche, se puede apretar más o menos contra él, no hay holgura, se puede modificar su posición situándolo más o menos al borde o al centro y no produce ningún tipo de ruido. Cumple su función perfectamente. Si acaso, una única pega: su tamaño está calculado para funcionar en bombos no más grandes de 24 o 26 pulgadas. Teniendo en cuenta que los bombos sinfónicos pueden llegar hasta las 40, su superficie puede resultar algo escasa y no conseguir el efecto deseado en estos tamaños. A mí me hubiera gustado tener un poco más de control, pero el artilugio se puede modificar muy fácilmente y aumentar la superficie de contacto a voluntad. Así todo, conseguí librarme del zumbido y el instrumento sonó magníficamente.

Un parche de piel sería la solución ideal (hace tiempo que no entiendo los bombos sin este tipo de parche), pero si no puede ser, el recurso de la toalla es más vieja que el hilo negro. Si la "solución textil" no funciona, este aparato no solo os permitirá tocar el bombo con control, sino también con cierto estilo...


…et in Arcadia ego.
© David Valdés

miércoles, 9 de marzo de 2016

Las bocinas de "Un Americano en París": el final de un error histórico.

Hay estos días un runrún en los foros especializados que, lejos de acallarse, es cada vez más notable... El asunto no es baladí, pues tiene "grandes" implicaciones, y es que un artículo en el New York Times desvela que las bocinas que hemos estado usando todos estos años para tocar "Un Americano en París" (George Gershwin) estaban dando las notas equivocadas.


© Jam percussion


El artículo, que se publicó el 1 de marzo (calentito del horno), lleva dando mucho que hablar desde entonces. Tenéis AQUÍ un enlace al mismo. En él encontraréis las conclusiones de Mark Clague, musicólogo encargado de la nueva edición crítica de la partitura. También grabaciones con la parte tal y como la tocamos hoy en día y la primera grabación que se hizo de la obra (y única que conserva la afinación original) con Toscanini y la NBC National Orchestra. No sigáis leyendo el blog, abrid el enlace y, antes de continuar en Percusize Me!, leed el artículo del New York Times. La clave está en la notación A, B, C, D...

¿Ya lo habéis leído? Pues si no es así, parad y abrid el enlace... ¿Ahora sí? Apuesto que os habéis quedado de pasta de boniato...  

Las conclusiones tienen mucho sentido, pero dieron pie a dudas, discusiones y recelos, pues no se podían probar al 100% por no conservarse el juego original de bocinas ni ninguna foto que demostrara definitivamente que la notación A, B, C y D de Gershwin no hacía referencia a notas en el sistema anglosajón, sino al orden en que estaban dispuestas las bocinas en el momento de la grabación. El revuelo y polémica que se formó respecto a este "trascendente" asunto permitió que el debate se enriqueciera, pero todas las dudas y opiniones quedaron eclipsadas cuando el día 5 de marzo (solo cuatro días después de la aparición del artículo que sacudió los cimientos gershwinianos), la Universidad de Michigan (la encargada de la edición) se sacó un as de la manga que probaba casi irrefutablemente la validez de su argumento. Tenéis el enlace a ese nuevo artículo AQUÍ. Igual que antes, detened la lectura de Percusize Me!: abrid el enlace y continuad con él.



© Ira and Leonore Gershwin Trusts


¿Qué os parece? Increíble, ¿verdad? Esta foto es el bombazo que prueba definitivamente que siempre hemos tocado las notas equivocadas. Queda claro al verla que las bocinas no tienen un tamaño correlativo proporcional a notas contiguas (la, si, do y re), y que ni siquiera están colocadas por orden de afinación, así que los argumentos de Mark Clague son muy válidos.

El propio Gershwin escogió esas bocinas en sendos viajes a París, las colocó de la manera que se ve en la foto y les asignó las letras A, B, C y D como ordinales, no como notación anglosajona. Las notas que se oyen en la grabación de Toscanini (con las bocinas seleccionadas por el propio Gershwin) dan las notas La bemol, Si bemol, Re (bastante brillante) y un La natural octava baja.

No sé a vosotros, pero a mí esto me ha dejado con la boca abierta, y todos los argumentos me parecen muy válidos. Además, es el tipo de curiosidad mezclada con rigor académico que a mí, ya deberíais saberlo, me encanta.

Ya hay empresas de alquiler de instrumentos que han encargado juego de bocinas con las nuevas afinaciones y orquestas que las tocarán en próximos conciertos. Si de mí dependiera, me encantaría poder tocar la nueva versión. ¿Qué haríais vosotros?



…et in Arcadia ego.
© David Valdés

lunes, 15 de febrero de 2016

Chocalho casero "DIY".

El pasado 12 de febrero participé en el concierto que, para celebrar su 30 aniversario, Celtas Cortos dio junto a la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias.

"El Emigrante" es una canción que incluye una batucada y, en ella,  el chocalho (junto con surdos y agogó) aporta el sabor típico de la samba. Este instrumento consiste en un armazón que sujeta varias sonajas (platinelas), y se toca agitándolo adelante y atrás.


© izzomusical


© totperlaire


CC Wikipedia


El chocalho suena así:





Como me asignaron a mí este instrumento y ni la orquesta ni yo disponíamos de él, me animé a fabricar uno. Para ello utilicé un listón de madera de sección cuadrada de 18x18mm (elegí esas medidas por simple comodidad al sujetarlo) que corté a una medida que, igualmente, resultara cómoda y permitiera alojar suficiente número de sonajas.


© David Valdés


También corté dos fragmentos más pequeños.


© David Valdés


Después los lijé para redondear los cantos y que el tacto fuera cómodo y agradable. En la siguiente foto podéis ver uno hecho y el otro sin lijar.


© David Valdés


En esta todos los listones están lijados.


© David Valdés


Después utilicé estas placas y tornillos...


© David Valdés


...para sujetar los tacos pequeños en los extremos del listón largo y así tener una buena sujeción.


© David Valdés


Con el marco hecho, el siguiente paso fue añadir las sonajas, que fueron fabricadas de forma casera con chapas de cerveza (que fueran de cerveza es casualidad, lo prometo...). Podéis pedírselas a vuestro barman de confianza o ir haciendo acopio según las bebáis ;-D. Tened en cuenta que mi instrumento lleva 66, así que lo vais a pasar muy bien si decidís llevar el "do it yourself" hasta las últimas consecuencias... :-D.

Para hacer que suenen más (o eso creo yo), les quité el plástico que llevan en la parte trasera.


© David Valdés


Utilicé un martillo para darles su merecido.


© David Valdés


Después de trabajar con unas pocas de ellas descubrí que era mucho más fácil machacar primero y quitar el plástico a continuación, por lo que invertí el orden de mi "cadena de montaje". Tened cuidado, porque me llevé varios martillazos y cortes.


© David Valdés


Luego les hice un agujero en el centro (más o menos...) usando un clavo y un martillo (¡me encantan estos procedimientos tan sutiles!). A continuación, los agrandé con un berbiquí.


© David Valdés


Después hice "racimos" de sonajas ensartando grupos de seis en un clavo (¿por qué no cinco o siete?, quién sabe...).


© David Valdés


Clavé cada "racimo" en el bastidor con una separación de 7,5cm. con respecto a sus colegas.


© David Valdés


Y... ¡voilà! El chocalho estaba terminado.


© David Valdés


Si sois observadores (apuesto que sí), veréis que lo que hice fue alternar los "racimos": nunca hay uno enfrentado al del lado opuesto. Esta idea la tomé de la disposición de sonajas que Grover utiliza en sus panderetas.


Ya solo queda saber cómo suena este chocalho casero.




La verdad es que, para estar hecho con materiales tan comunes y baratos, el instrumento suena muy bien y tiene un volúmen verdaderamente increíble. Ahora solo falta que os hagáis con el DVD para escucharlo en contexto.

¿Alguna vez os habéis animado a fabricar un instrumento reciclando? Pasadme vuestras ideas, que estoy lanzado ;-D.


…et in Arcadia ego.
© David Valdés

lunes, 11 de enero de 2016

"Los timbales y los instrumentos de percusión en la Italia del siglo XIX".

Sus Majestades los Reyes Magos de Oriente me han traido el libro "Los timbales y los instrumentos de percusión en la Italia del siglo XIX", de Renato Meucci, traducido al inglés por Michael Quinn y editado por Banda Turca.


© Banda Turca


Como seguidores del blog, ya sabéis de mi interés por las partes de timbal con "errores" y cómo las corrijo, así como mi gusto por los instrumentos antiguos y la interpretación históricamente documentada. Por eso, este libro ha sido toda una golosina que he devorado con sumo placer.

Es este libro un bocado de 92 páginas que se lee en un abrir y cerrar de ojos, tiene un tamaño aproximado de una cuartilla (lo que lo hace muy fácil de llevar y traer), es de tapas blandas, impreso en papel de calidad y con un tipo de letra y tamaño muy cómodo de leer.

Ya desde la introducción el autor nos da jugosas píldoras (la orquesta italiana de la época y sus componentes como "cantantes" que tocan de la misma manera que un cantante usaría su voz -de ahí la persistencia de los contrabajos de tres cuerdas, concertinos dirigiendo desde su atril, flautas y clarinetes "peculiares", prácticas en la percusión ya obsoletas por aquel entonces al norte de los Alpes...-), y lo que sigue es una cantidad de información muy precisa y documentada con multitud de referencias a pie de página.

Así, hay un capítulo dedicado a los timbales, los modelos que se construyeron por aquella época (de algunos de ellos di cuenta y ya mencioné a Antonio Boracchi en las entradas "Edición de partes de timbales" I, II y III ), la práctica interpretativa en estos instrumentos, notación (que implica técnica, con cosas ya sabidas como los golpes simultáneos con las dos manos en un mismo timbal o los redobles de multirrebote) y las "notas falsas".

Otro capítulo está dedicado a la Banda Turca, y desvela cosas muy interesantes, como el carácter abierto e improvisatorio de las partes, la orquestación "ad líbitum" de la sección, el concepto tras los sistri (lo que me hace sospechar que algunas ediciones que especifican "sistro" en la orquestación y se interpretan literalmente pueden estar equivocadas) y lo flexible en cuanto a reducción o ampliación de las fuerzas percusivas dependiendo de los músicos de que dispusiera el teatro donde se tocaran las obras.

Después desgrana uno a uno diversos instrumentos: la caja, el tambor tenor (que ya por entonces daba lugar a confusión y, tal y como expliqué en "El tambor tenor: ese gran desconocido", aún hoy sigue dando problemas), el bombo, los platos (y aclara enormemente lo que ahora está tan en boga de dar por supuesto que lo habitual era tocar "alla turca", dejando claro que no era así y que tampoco era una práctica del gusto de compositores/directores), el triángulo, la lira, el pabellón turco, el tam-tam y la armónica de cristal (¡quién les dice ahora a los flautistas que el solo del "aria de la locura" de Lucia de Lammermoor no fue escrito originalmente para ellos, sino para este exótico instrumento!).

Se completa el libro con un apéndice, una extensa y detalladísima bibliografía e ilustraciones interesantísimas.

El único pero que le pongo al libro es que no resuelve algo que me interesa especialmente: cómo afrontaban los timbaleros italianos de la época las notas ajenas a la armonía... Otros autores como Blades ("Percussion instruments and their history") y Pfundt ("Die Pauken") dejan claro que era práctica habitual corregirlas. En Inglaterra se hacía, en Alemania se hacía, y en Italia no fueron una excepción (tuve la suerte de recibir clases de David Searcy -La Scala- y he podido charlar con Riccardo Muti al respecto, y ambos me confirman que era práctica habitual). No me queda duda de que los timbaleros italianos cambiaban las "notas falsas" (tenían el conocimiento y los instrumentos), pero el autor no se mete en harina y me deja con ganas de saber más.

Otra cosa que no me convenció demasiado fue el capítulo dedicado al tam-tam por ser muy corto y poco aclaratorio (sobre todo en cuanto a las medidas de los instrumentos de entonces).

Pese a estos dos pequeños lunares, el libro es magnífico y lo recomiendo encarecidamente a todo aquel que tenga interés en enriquecer su lenguaje percusivo, quiera o no poner en práctica estas ideas en su quehacer diario en la orquesta. Desde luego, este libro influirá en muchas de las decisiones musicales que tome a partir de ahora cuando toque música italiana del XIX.

Lo podéis comprar online en el sitio www.bandaturca.com al equivalente de 26 francos suizos. Yo, sin dudarlo, lo incluiría en vuestra biblioteca ya.


…et in Arcadia ego.
© David Valdés