Como ya sabéis, me interesa mucho todo lo relacionado con la historia y la tradición de nuestro instrumento. Buceando buscando información, encontré en la Biblioteca Virtual del Ministerio de Defensa un libro de 1901 titulado "Manual para las Bandas de cornetas y tambores", escrito por Manuel Novoa López (podéis descargarlo gratuita y legalmente en el enlace).
Echando un primera y rápida ojeada me encontré con una curiosidad que es lo que da pie a la entrada de hoy: suele ser muy habitual en grupos, foros y demás lugares de reunión de percusionistas y baterías leer cosas como que "hay que fortalecer las muñecas", que "hay que desarrollarlas", que "hay que coger fuerza"... Lo habitual en el mundillo es encontrarse con consejos y recomendaciones para convertir estas articulaciones poco menos que en máquinas de matar capaces de doblar vigas de acero colado.
Esto siempre me ha llamado mucho la atención... Primero porque nunca he considerado la técnica una cuestión de fuerza bruta, sino, muy al contrario, una cuestión de habilidad, destreza, lógica y razonamiento. Segundo, porque mis muñecas se parecen más a las de una cortesana de Versalles que a las de un gabarrero del Rhin, y eso jamás ha supuesto un problema para tocar cualquier cosa que se me pusiera por delante (volumen, rapidez, resistencia...). Pues precisamente de esto va el corto artículo de hoy: una curiosidad que aparece en este libro y que recomienda todo lo contrario.
"DE LOS EDUCANDOS DE TAMBORES
Debe observar además de las prefijadas en los párrafos 1º y 2º de los educandos de cornetas; que tengan las muñecas de las manos delgadas y agilidad en los brazos, con el fin de poder manejar con facilidad las baquetas.
Por este motivo, encargo que si pueden ser muchachos de la clase de paisano, es preferible a los soldados de las compañías por tener estos demasiado desarrolladas las muñecas siendo por lo tanto un contratiempo para la enseñanza de los tambores.
Reuniendo todas estas condiciones tanto los unos como los otros es lo más probable que en un corto tiempo den satisfactorios resultados".
Curioso, ¿verdad? Según el autor, los tambores que van a estar tocando durante largo tiempo en combate y a grandes volúmenes para hacerse oir y poder transmitir las órdenes, no necesitan (¡más bien al contrario!) unas muñecas especialmente desarrolladas, fuertes o como el cuello de Fernando Alonso...
Hay otra cosa que llama la atención en esos tres párrafos: el autor hace referencia a "muchachos", y eso enlaza con la tradición del "drummer boy". Hubo un tiempo en que los tambores de infantería eran chicos muy jóvenes, prácticamente adolescentes, niños incluso (hay documentados tambores de 9 y 10 años en la Guerra Civil Americana). Dado el año en que se escribió el libro (1901) es seguro que el autor ya no se refería a niños, pero es probable que adolescentes de 15, 16 o 17 años fueran candidatos a formar parte de esas bandas como tambores.
Dejaremos para otro día este asunto del "drummer boy". Hoy, la curiosidad está en las condiciones físico/anatómicas que se consideraban idóneas a principios del siglo XX para aprender a tocar el tambor.
¿En qué estado físico se encuentran tus muñecas? 😏
…et in Arcadia ego.
© David Valdés
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